martes, 27 de agosto de 2013

Países balcánicos: bombardeados y desconocidos

En los últimos años he realizado tres viajes a los Balcanes, a cuatro países de independencia reciente, englobados hace menos de tres décadas en la Yugoslavia comunista: Croacia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina y Montenegro. Esta zona geográfica en el sur de Europa se abre cada vez más al mundo moderno, dejando atrás un pasado turbulento. Croacia se acaba de incorporar, el pasado julio, a la UE, y Eslovenia ha atraído estos días la atención universal con ocasión del Eurobasket de septiembre de 2013.

Es Croacia, cuna del emperador romano Diocleciano y -así lo aseguran- del infatigable viajero Marco Polo, es el 28º estado de la Unión Europea. Un país bellísmo, con más de mil  islas, mucho más desconocidas que las griegas, que ha convertido al turismo en su palanca de lanzamiento económico. No le faltan atractivos a sus encantadoras islas adriáticas como Hvar o Korkula ni a sus ciudades como la inigualable Dubrovnik, terriblemente bombardeada en 1991 y 1992 y reconstruida con singular acierto. Por suerte para todos es una de las ciudades más admiradas de Europa.


En cambio el Gobierno de Zagreb, aparte de las reformas constitucionales y judiciales introducidas para ingresar en la UE, necesita mejorar de forma notable sus infraestructuras. Los fondos de cohesión comunitarios contribuirán en los próximos años a superar las carencias aeroportuarias y de transporte terrestre, muy necesitados de mejoras.

A tiro de piedra de los monumentos de estilo veneciano y las impresionantes murallas de Dubrovnik se halla Montenegro, con menos de 700.000 habitantes, un pequeño país de muy reciente independencia, conquistada de forma pacífica en 2006 al aprobar de forma mayoritaria el referéndum de separación de Serbia. Montenegro es el primer país del mundo en ser considerado ecológico. Exhibe espectaculares maravillas naturales como la bahía de Kotor, un fiordo deslumbrante en el sur de Europa. El litoral montenegrino, de aguas limpias, y con elevadas temperaturas, es unos de los destinos europeos preferidos por los turistas rusos, los nuevos colonizadores de esta parte de Europa del Este.

Las murallas de Dubrovnik, vistas desde un monte cercano.    Foto: Elo Durán
La bahía de Kotor, en Montenegro.       Foto: Elo Durán
A pocos kilómetros de Montenegro y de Dubrovnik, las fronteras de Bosnia-Herzegovina, nos transportan a otro mundo. Los trámites fronterizos resultan muy lentos, como de otra época, impropios de un país que necesita recursos e inversiones internacionales. El territorio bosnio aparece mucho más marcado por los recuerdos y los daños de la guerra, una vez atravesado el fértil valle del río Neretva. En la emblemática ciudad de Mostar, histórico cruce de caminos y de civilizaciones, permanece la huella del secular dominio otomano, y los cementerios situados a la entrada de la ciudad revelan que las cicatrices de los terribles episodios bélicos de 1992-1995 no se han podido borrar. Los bombardeos provocaron al menos 2.000 muertos en esta ciudad y originaron la huida en forma de emigración de otras 26.000. Este país de religión musulmana tiene, por contra, en Medugorje un gran centro de peregrinaciones católicas en honor de la Virgen María.

Panorámica del Puente Viejo de Mostar.        Foto: Elo Durán
Eslovenia, pequeño país de poco más de 2 millones de habitantes, encajonado entre Italia, Austria, Hungría y Croacia, afronta el reto del Eurobasket 2013 en la antesala del rescate bancario y con un ex-primer ministro, Jansa, condenado a dos años de prisión por sobornos, que han encolerizado a la población.

A la pequeña Eslovenia no se le puede culpar, como a España, de haber despilfarrado el dinero en aeropuertos. Solo tiene tres, los mismos que Galicia. Destaca por su estratégica posición geográfica, en el cruce de Europa del norte al Adriático, y del occidente europeo a los Balcanes, con ciudades como Venecia, Salzburgo o Munich, al alcance de la mano por vía terrestre.

El imponente castillo de Predjama en Eslovenia.      Foto: Elo Durán
Con la crisis azotando a una economía muy exportadora, el paro ha alcanzado las cotas más altas desde 1998 en el país más próspero de las exrepublicas yugoslvas, que tiene implantado el euro desde 2007.


Ljubljana es la capital europea con más encanto  peatonal que conozco. Silenciosa, tranquila, no muy cara y animada con numerosos restaurantes y pubs en las orillas del río. Se ven pocos mendigos, al menos en el centro, y se aprecian muy pocos trabajadores extranjeros. Apenas son visibles los de origen balcánico como los bosnios. El Stozice Arena, con 13.000 espectadores de capacidad, aguarda a los aficionados al baloncesto que hayan logrado una entrada para la final, en un país apasionado por el basket.

Nota: En este blog podéis encontrar numerosos comentarios sobre hoteles y restaurantes de estos cuatro países citados, especialmente de Croacia y Eslovenia.

José Manuel Requena

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